Seguro que alguna vez os parasteis a mirar las nubes, y habéis podido distinguir muchas formas distintas. Una cara, un animal o multitud de objetos. Pero ¿habéis probado también a observar la Luna llena de noche? Este astro lleva fascinando al ser humano desde el principio de los tiempos, que ha creído ver en su superficie la aparición de un rostro sonriente, un hombre cargando leña, y hasta la figura de un conejo en la luna. Concretamente este último dio lugar a varias leyendas que intentan explicar su presencia allí.
La leyenda de Quetzalcóalt y el conejo en la luna
En la mitología azteca contaban que un día el gran dios Quetzalcóatl decidió bajar a dar una vuelta por la tierra, disfrazado con forma humana. Caminó durante todo el día, y al atardecer empezó a sentir hambre y cansancio, pero aún así no se detuvo. Llegó la noche. La Luna y las estrellas asomaron en el cielo, y en ese momento el gran dios decidió por fin parar y tomar asiento, exhausto.
Por el camino se le acercó un conejo, que había salido a por su cena. Quetzalcóatl le preguntó qué estaba comiendo, y el animal le enseñó el pasto que había recogido. Humildemente le ofreció un poco, pero el gran dios contestó que no podía comer aquello, y que seguramente su destino fuese morir de hambre. Horrorizado, el conejo se le acercó y le dijo que él sólo era una pequeña criatura, pero que podía servir como alimento y sustento para el Dios. El corazón de Quetzalcóatl se conmovió ante el sacrificio del animal, y lo acarició cariñosamente. Tomándolo entre sus manos, le dijo que no importaba cuán pequeño fuese, a partir de aquél día todos recordarían su gran acción desinteresada.
Ofrecer su vida para salvar otra. Lo alzó en alto, tan alto, que la figura del conejo quedó estampada sobre la superficie de la Luna. Volvió a bajarlo cuidadosamente y le mostró su retrato plasmado, que quedaría allí por siempre para que lo viesen todos los hombres.